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María, solicitante de asilo hondureña en Panamá

María, solicitante de asilo hondureña en Panamá

“He podido recordar momentos del pasado. Algunos fueron tristes y otros alegres. Estoy descubriendo que se puede vivir con ellos. Me siento libre cuando hablo de mi situación. Por un momento siento que todo está bien y que las cosas van a mejorar”.

Marisol, refugiada venezolana en Arauca, Colombia

Marisol, refugiada venezolana en Arauca, Colombia

A mí me ha tocado muy fuerte porque yo no sabía lo que era pasar hambre y dormir en el piso. Para comer nos tocaba ir a un comedor comunitario, donde teníamos una hora de comida al día, y lo poquito que ganábamos era para darle alimentación a los niños”.

Lana y Majd, refugiados sirios en San Luis

Lana y Majd, refugiados sirios en San Luis

Durante la contingencia de la COVID-19 una pareja de refugiados sirios que vive en San Luis, Argentina, decidió ayudar a las personas mayores de la comunidad que los acogió haciendo compras para ellas y entregándoselas en sus casas.

Alejandra, refugiada salvadoreña en Panamá

Alejandra, refugiada salvadoreña en Panamá

“Estar en confinamiento me ha recordado cuando estuve secuestrada por tres días en El Salvador. Ha traído todos esos recuerdos de regreso. Escribir es parte de mi terapia psicológica. Me desahoga, me libera… me quita estrés.”

Juan Batista Ramos, venezolano en Boa Vista

Juan Batista Ramos, venezolano en Boa Vista

Darle vida y color al albergue donde vive es lo que más alegría le da al venezolano Juan Batista Ramos, de 69 años. Al igual que él, unos 480 venezolanos albergados en Roraima encontraron en el trabajo comunitario una forma de contribuir a los lugares que llaman, aunque sea temporalmente, su hogar.