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Yésica trabajaba como enfermera en Venezuela, pero tuvo que huir en 2017 en busca de seguridad para su familia. Cuando llegó a Ecuador junto a su esposo y sus tres hijos, consiguió trabajo en varios restaurantes como cocinera, pero durante la emergencia sanitaria fue despedida. Ahora ni ella ni su marido tienen ingresos, por lo que han tenido que recurrir a las ayudas de un convento para dar de comer a sus hijos. El último mes solo pudieron pagar la mitad del alquiler y esperan que al arrendador no los desaloje. 

“Yo tenía años sin saber qué era darle arroz con mantequilla a mis hijos. Les dije: ‘me perdonan, saben que no es por su papá ni por mí, es por la situación’. Ni siquiera podemos salir a la calle a vender porque si salgo y me contagio, es peor estar enferma, menos voy a producir”.

*El nombre fue cambiado por cuestión de protección.