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Lisseth, de 36 años, huyó de la persecución con su familia en el 2019. Durante casi dos años, Lisseth temía que agredieran a sus hijos, por lo cual ellos no pudieron ir a la escuela durante mucho tiempo.

“Antes de la pandemia vendíamos queso típico de Nicaragua para ganar el diario, porque no tenemos trabajo fijo. Pero con la crisis, no podemos salir a vender y la gente ya no compra porque tienen miedo. Me preocupa la situación, pues estamos encerrados, tenemos miedo de contagiarnos, pero la comida se agota. Venimos de una situación en la que mis hijos no pudieron estudiar por dos años, de pasar ese tiempo encerrados en casas de seguridad dentro del país y ahora aquí nos está tocando repetir la historia. Nos preocupan nuestras familias que pueden estar en riesgo en Nicaragua”.