Ruth, 26 años, y el hijo de su esposo vivieron bajo el acoso de la pandilla local que querían reclutarles. Su hijastro, de 16 años, fue forzado a huir por un tiempo para salvarse la vida. A raíz de esto, recibieron apoyo de ACNUR, su socio Plan Internacional y el Programa Mundial de Alimentos, ella y otras personas han establecido una red de protección comunitaria para monitorear riesgos y prevenir la violencia que los podría obligar a desplazarse. En caso de ser víctimas de violencia los miembros de la red saben a dónde acudir. Adicionalmente, recibieron apoyo para abrir una barbería que generaba lo suficiente para poder subsistir. Ahora, debido al confinamiento, han tenido que cerrar la barbería, quedándose sin ingresos.
“Ahora es bien complicado, y para nuestros vecinos también lo es. Lo poquito que tenemos lo compartimos con ellos, pero no teniendo, ¿uno cómo les ayuda? Si yo tengo puedo darle a alguien y que cuando yo no tenga, me puedan ayudar a mí. Son soluciones que podemos tomar como comunidad. Lo que más nos preocupa es el tema del alimento, el no hallar qué comer a ratos nos frustra”.